SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

Las luchas actuales tienen lugar en el seno de la estructura capitalista. No son tales “luchas”.-

 

En la historia del movimiento socialista europeo se ha puesto, normalmente, como uno de los objetivos centrales del mismo, la transformación de las estructuras en que se inserta el trabajo.

            Esta idea de transformar la estructura del trabajo, ha podido desdibujar la dirección de la llamada “lucha” obrera o “lucha” revolucionaria.

            De tal modo ha sido así, que las acciones de esa “lucha” han tenido como escenario el espacio del trabajo por cuenta ajena, la estructura capitalista del trabajo. Y es en el seno de las grandes empresas capitalistas donde se han dado las grandes batallas del movimiento obrero europeo.

            De esta forma, el objetivo final de la lucha se presentaba como la destrucción de la estructura capitalista del trabajo; sin embargo, el resultado obtenido -cuando había éxito, victoria- era el de mejorar el salario, la jornada, la higiene, la continuidad de la relación, etc.

            Esta falta de transparencia en el objetivo buscado y la meta conseguida, hace posible que la socialdemocracia (P.S.O.E., P.C., C.C.D.D., U.G.T.) puedan seguir diciendo que pertenecen al campo del socialismo.

            Las batallas del socialismo obrero español, sólo en sus comienzos han apuntado a la destrucción de la forma de trabajo por cuenta ajena, sin que tampoco apareciera muy clara la forma en que esto ocurriría.

            A partir de la revolución soviética, una parte del socialismo español, como hemos visto, creyó que ya se había encontrado la fórmula -los comunistas-, y otra parte siguió considerando cuál sería otra fórmula viable.

            Esta segunda opción, el socialismo europeo de la mitad del siglo pasado, ha vivido en la indefinición -en este sentido-, hasta las famosas declaraciones de los partidos socialistas alemán y español.

            Para este tiempo, los comunistas europeos, decepcionados de la experiencia rusa, se unieron a los socialistas en su deriva hacia la socialdemocracia actual.

            En los momentos actuales, unos y otros, socialistas y comunistas, aceptan la estructura capitalista (por cuenta ajena) del trabajo, y sitúan de forma decidida sus “luchas” en el seno de esta estructura.

            Teóricamente, en la teoría, podemos hacer algunas consideraciones, a este respecto.

            Marx había estudiado los cambios de la estructura del trabajo en el paso del trabajo de los siervos al trabajo asalariado, al trabajo de los obreros. El paso de la Edad Media a la Edad Moderna y Contemporánea.

            Es un lento proceso, que empieza en el señor y el siervo, y acaba en el empresario y el obrero. Empieza en el trabajo servil y acaba en el trabajo obrero. Un lento y largo proceso, a lo largo del cual van evolucionando, cambiando los elementos que intervienen en el proceso y las relaciones que entre ellos se establecen, es decir, va cambiando la estructura del trabajo.

            Marx hace notar como rasgos esenciales de estos lentos procesos de cambio, lo siguiente:

            En el seno de la estructura de trabajo existente aparecen elementos o modificaciones en los elementos, que hacen posible el ensayo del funcionamiento del embrión de una nueva estructura.

            En la medida en que el embrión da paso a un nuevo proceso de trabajo, la antigua estructura comienza a decaer hasta que desaparece.

            Es decir, el fundamento primero de una sociedad hemos visto que es el conjunto de procesos de trabajo que forman su producción material.

            Estos procesos de trabajo, con su particular estructura dan color a la sociedad en su conjunto. El proceso de trabajo servil, da soporte a la sociedad medieval, y el proceso de trabajo por cuenta ajena, a nuestras sociedades modernas.

            La mejora de la productividad en el trabajo del siervo, a quien se permite participar en cierta medida en el resultado de esta mejora (mediante el cultivo de una parcela particular, el disfrute de una parte de las crías del ganado, etc.), incentivando así un interés por el resultado del trabajo que no tenía, por ejemplo, el esclavo, permite a los arrendatarios y encargados de los grandes señores de la tierra, una cierta acumulación de dinero; al igual que los mejores conocimientos de los navegantes permiten a los mercaderes ampliar sus actividades en nuevos espacios, y llegar a acumular unos medios económicos que permitían, como en el caso de los gestores de las grandes fincas, aplicar en la mejora de los procesos de trabajo, en la forma que más atrás vimos.

            Los elementos modificados que aparecen, en medio de la estructura del trabajo servil, son, pues, unos inversores (diríamos hoy) dispuestos a ofrecer trabajo en las ciudades, a los siervos que van abandonando las fincas dedicadas a la ganadería lanar (por ejemplo, en Inglaterra), para venderla a los tejedores y comerciantes holandeses.

            Este trabajador “libre”, y este inversor urbano, son los dos nuevos elementos que en los finales de la Europa medieval, ensayan una estructura de trabajo, distinta de la servil.

            El trabajador y quien lo emplea, ya no son el siervo y el señor, y su relación tampoco es la misma. Estamos, por tanto, ante una nueva estructura de trabajo, que, lentamente se abre paso en el seno de una sociedad que no se le corresponde, lentamente va tomando su nueva forma, y mostrando su superioridad respecto a la estructura anterior.

            La estructura de trabajo por cuenta ajena, va exigiendo, a medida que se va generalizando, nuevos apoyos, nuevas condiciones que faciliten y aseguren su reproducción. Y son esos cambios en las condiciones de reproducción (la aplicación de la violencia organizada y la organización del consentimiento), al ir tomando cuerpo en instituciones distintas, los que van dando datos a los estudiosos de esos periodos históricos. De ahí que la historia que se nos cuenta de nuestras sociedades, sea la historia de sus instituciones. De ahí, también, que al entender que el proceso de cambio de nuestras sociedades es el del cambio de sus instituciones, se centre en éstas, se sitúe en su seno el motor que cambia la historia de las mismas.

            Siguiendo el pensamiento de Marx, sin embargo, en el tránsito del capitalismo al socialismo, no nos dejaríamos llevar por esta visión superficial que concede el protagonismo en el cambio histórico de nuestra sociedad a las instituciones (partidos políticos, parlamentos, elecciones, corporaciones militares, asociaciones culturales, sindicatos, acciones guerreras o guerrilleras, etc.), sino que, como él señala en su obra, todas estas instituciones citadas, no son los motores del proceso de trabajo existente, o los motores del cambio hacia otra forma en el proceso de trabajo, sino que su papel es instrumental, son el instrumento necesario que utiliza el amo de las condiciones materiales del trabajo, para mantener la estructura que más le conviene en la prestación de ese trabajo.

            Se ha demostrado ser un error el colocar en primer lugar las instituciones, y detrás el proceso de la producción material (el trabajo).

            Al proceso de trabajo lo ordena, le da forma el amo de las condiciones materiales de su realización, y no las instituciones, por más que superficialmente dé esa sensación. Por lo tanto es en ese dato en el que hay que centrar toda la atención.

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